Recordando a Jay Miner
Angel García.
En Junio de 1994 ocurrió la muerte de Jay Miner, aquél americano regordete y de aspecto bonachón que un día decidió romper con la línea establecida para dar un giro a la todavía joven industria informática, diseñando un ordenador personal tan nuevo y sorprendente como su propio nombre: Amiga. Fue en 1985 cuando todos los aficionados se sorprendieron con la irrupción en el mercado de aquella máquina, que sin duda iba a marcar un antes y un después en la industria del chip. Nacía el Amiga 1000. Sobre ella se dijo: "Es la computadora personal más revolucionaria e innovadora del momento". Prestigiosos diarios y revistas se hicieron eco del novedoso aparato. El New York Times dedicó elogiosos artículos y en la revista Times se podía leer: "El Amiga es tecnológicamente deslumbrante". Y no era para menos. Por primera vez, un ordenador personal aglutinaba en el reducido espacio de la carcasa de un teclado, una serie de características en su modelo standard difíciles de imaginar en aquellos días, y a un precio asequible. Con su personal y hasta hoy no superado Sistema Operativo Multitarea, disquetera de doble densidad de 3'5", ratón de 2 botones, Interface gráfico basado en iconos, una paleta de más de 4000 colores, y tan solo 256 K de memoria RAM, su precio, aunque todavía elevado, (unos 2.000$) no llegaba a la mitad de lo que costaba un voluminoso 286, por supuesto sin multitarea y con 16 aburridos y tristes colores. A partir de ahí, muchos conocemos la historia. Pero antes, ¿Quién tuvo tan brillante idea? La historia es larga y está repleta de anécdotas que darían para escribir varios libros, así que, sin más, cambiemos la virtualidad del "ciberespacio" por la complejidad del espacio-tiempo, y carguemos el "Browser" (Navegador) más rápido y más barato de todos, retrocedamos en el tiempo y detengámonos en el año 1985. Un par de pulsaciones con nuestro imaginario ratón y... ya estamos en América. A pesar de David Copperfield, enseguida nos encontramos frente a la estatua de la libertad. Ahora sobrevolemos la ciudad de los rascacielos en busca de un edificio en particular. En el interior del famoso Lincoln Centre neoyorquino, ante una concurrida y espectante audiencia, un hombre acaba de tomar asiento junto a una mesa. Sobre ésta, un ordenador y al lado, una mujer: la famosa Deborah Harry. Ante el asombro de los asistentes, un retrato a todo color de la modelo y en "tiempo real" va cobrando vida en la pantalla. Ese hombre es sin duda un artista. Pero... ¡Si se trata nada menos que Andy Warhol, quien fuera el pintor vanguardista, relevante y cotizado del momento! Nadie más cualificado como el creador del Pop-Art, para presentar un instrumento híbrido entre la nueva tecnología y el arte. La máquina, equipada con un procesador Motorola 68000 auxiliado por varios "custom chips", no era otra que un Amiga 1000, que aquél día se daba a conocer al mundo. Aquél fué sin duda un día importante. Pero hasta llegar a ese momento, el camino no fué nada facil. Para comprobarlo, retrocedamos tres años más. En una oficina de Scott Boulevard, podemos ver enfrascados en una intensa discusión a un grupo formado por cuatro jóvenes de aspecto estravagante. Un perrito de pelo negro y pezuñas blancas les acompaña. Uno de los contertulios luce unos llamativos leotardos plateados. Otro de ellos calza unas pantuflas con forma de conejo de color rosa. La imágen del tercero, con el pelo largo, camiseta de flores y vaquero raído, nos recuerda más que nada al movimiento Hyppie de los 60. Sus nombres: Dave Morse, Carl Sassenrath y RJ Mical. Todos ellos son cualificados informáticos y se han reunido para llevar a cabo un ambicioso proyecto a las ordenes de un brillante ingeniero llamado Jay Miner, que acaba de desarrollar para la empresa Atari los "custom chips" de las series 400/800. Aquella tarde empezaba a gestarse eso que poco tiempo después se conocería como Amiga y que daría lugar, como en todas las grandes obras, a los amores más apasionados y a los rechazos más viscerales. Mientras el equipo discute (ya veremos por qué) hagamos un "Link" (enlace) a la sede de la compañía Atari, un par de años antes (1980) y deslicémonos con sigilo en el despacho de dirección, para presenciar una escena que sin duda iba a ser decisiva en el futuro. Larry Caplan, excelente programador de la empresa, junto con otros compañeros, habían decidido pedir un aumento de sueldo o una participación en los beneficios, a la vista del enorme éxito de ventas y consecuentemente de los enormes ingresos que Atari estaba obteniendo gracias a sus programas. Pero sus esfuerzos fueron en vano. No se llegó a ningún acuerdo, por lo que decidieron pedir la liquidación y salir por la misma puerta por la que recientemente lo había hecho Jay Miner, cuando se negaron a aceptar su proyecto de realizar una máquina de 16 bits. El motivo aducido fué el elevado coste de los nuevos chips. Larry Caplan fundó entonces con sus compañeros una empresa de juegos llamada Activision. La sociedad no parecía funcionar a su gusto y al cabo de dos años, telefoneó a Jay Miner para explicarle su decisión de crear una nueva compañía con el apoyo económico de un amigo multimillonario de Texas. Se llamaría Hi-Toro. En aquella conversación, Jay le propone retomar su idea de construir una máquina de juegos que a la vez fuera un ordenador personal. Larry, que conocía bien la brillantez de Miner, aceptó en el acto y quedaron en verse al día siguiente para ponerse manos a la obra. La suerte estaba echada... Alquilaron una oficina en Scott Boulevard, Santa Clara y allí empezaron a seleccionar a los mejores colaboradores hasta que el primer equipo quedó formado. Jay Miner sólo impuso una condición en su contrato: Debería acompañarle al trabajo su inseparable "Mitchy", un perro que fué testigo, casi mudo, de todo el proceso y que sin proponerselo conseguiría crear un ambiente laboral familiar y desenfadado. En el interior de los primeros Amiga 1000, se puede apreciar junto a las firmas del equipo una extraña huella. Es la "firma" del can. Desde luego no era un "team" al uso. Respecto a la imagen poco común de los colaboradores, Jay decía: "Reconozco el talento en cuanto lo tengo delante. No me importa como vistan o como trabajen. Lo importante es que hagan bien el trabajo." Sin darnos cuenta hemos llegado de nuevo al principio de la historia, así que regresemos a aquella oficina para asistir a otro momento histórico: El bautismo definitivo de la criatura. Habían llamado al código con el nombre de Lorraine, porque así se llamaba la mujer del presidente de la empresa y porque entonces era frecuente llamar a los chips con nombres en clave con el fin de poder hablar sobre ellos con cierta libertad y evitar que pudiesen caer en manos de la competencia. Parece ser que el espionaje industrial estaba muy extendido en el sector informático y en esta ocasión las precauciones tenían que ser mayores, pues no se trataba de desarrollar lo ya existente sino de crear algo nuevo. Fueron ellos quienes pusieron de moda el llamar a los chips con nombres de mujer (Paula, Lisa, Alice,). El nombre de "HI-Toro" estaba siendo confundido con frecuencia con una industria de materiales para la agricultura y la ganadería. Por otro lado, todos querían mantener en secreto su apasionante trabajo del que habían llegado a enamorarse. Puesto que su trabajo era una computadora, ésta se convertía en su amante; en su novia. Novia en inglés se dice "girl-friend", pero como "girl-friend" podía conducir a equívocos y en Texas, el Estado de donde procedía el socio capitalista, había una gran parte de hispanohablantes, acordaron definitivamente que a partir de ese momento, cada vez que tuvieran que mencionar su proyecto, se referirían a su AMIGA. Cada día iban a trabajar con ella, provocando la curiosidad de sus colegas, ya que la presencia femenina en el sector informático entonces era prácticamente nula. Aunque Jay Miner no estaba muy conforme al principio con ese nombre, más tarde confesaría: "Pensaba que usar un nombre español no sería una buena operación de marketing. Ahora reconozco que estaba equivocado." Fué una especie de parto prematuro que tuvo lugar diez años antes de lo debido. Y ese tipo de alumbramientos suelen traer complicaciones. Con el tiempo, a pesar de los innumerables adeptos repartidos por todo el Mundo (solo en el Reino Unido hay más de dos millones) y de los fulgurantes momentos por los que ha ido pasando, se puede decir que esta compañera inseparable del mejor ordenador jamás diseñado. Mas, una complicación imprevista en la evolución de la enfermedad renal que Miner arrastraba desde hacía algún tiempo, quiso que no nos volviera a sorprender con ninguna de las ideas que ya estaba madurando y que probablemente hubieran conducido a la industria informática por otros derroteros en aras del progreso y en beneficio de todos. Desgraciadamente el 20 de Junio de 1994, en una habitación del Hospital El Camino en Mountain View, el "Padre del Amiga" como se le conoce, nos dejó para siempre. Casi simultáneamente, Andy Warhol corría la misma suerte. Commodore, la empresa que para bien o para mal hizo posible el proyecto, entraba tambien en fase terminal yendo a la quiebra y desapareciendo al poco tiempo. Jay Miner construyó una máquina fuerte en todos los sentidos. Una máquina capaz de soportar los más duros avatares. Si creyera en el espíritu, diría que fué tocada con un cierto halo mágico; que una parte de su creador, permanece impresa en cada uno de sus chips; que correteando por entre los integrados, consigue mantener unida a una comunidad de usuarios en todo el mundo, fieles y unidos por la confianza, la seguridad y la libertad que les transmite su ordenador, y convencidos de que ese nexo que les une. ANGEL GARCIA.
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